Reseña de «Economía Feminista» de Mercedes D’alessandro (Sudamericana, 2016)

Captura de pantalla 2016-12-16 16.39.04.pngMi primer acercamiento a la economía fue el familiar: mi papá trabajaba para una empresa, ocupándose del dinero de otres; mi mamá trabajaba en casa, ocupándose del dinero nuestro. Mi papá usaba traje, camisa, corbata y sobretodo y una vez al año me llevaba al trabajo con él en donde otros señores de traje, camisa, corbata y sobretodo me agarraban los cachetes al son de «cómo crecen los chicos». Mis recuerdos más afectuosos de esos días excepcionales en el trabajo de papá son las milanesas con papas rejilla que me preparaban las dos señoras encargadas de cocinar los almuerzos diarios a los señores de traje, camisa, corbata y sobretodo que tomaban las decisiones del lugar.

Mi segundo acercamiento a la economía fue el universitario: promediaba la primera década del nuevo milenio y cursé Economía en alguna sede bonaerense del CBC para poder entrar a la carrera de Letras (que luego se convertiría en la carrera de Filosofía porque no aguanté la teoría literaria). Allí un señor grande y muy nervioso entraba a darnos «clases» o más bien a gritar, insultar alumnes y hacer llorar alumnas (ni alumnos ni alumnes: alumnas). Golpeaba borradores contra el piso y se iba impulsivamente, abrumado por nuestra aparente ignorancia e incapacidad para todo. Nos decía, entre otras cosas, que nunca íbamos a lograr nada, que estábamos destinados a abandonar la universidad y ser mano de obra barata. Habiendo sobrevivido a lo largo del cuatrimestre como pude, me fui a final con 4, aprobé con 6 y recibí un «no vas a llegar a ningún lugar con estas notas» (si me está leyendo ese docente le cuento que estoy terminando mi doctorado y me recibí con un promedio arriba de 9 y diploma de honor).

Mi tercer acercamiento a la economía fue el blog de las ecofeminitas y el libro Economía Feminista de Mercedes D’alessandro, 13 años después de mi segundo acercamiento. Nunca me había interesado leer sobre economía -más allá de las lecturas marxistas obligadas de toda niña de izquierda, no podía llegar a vislumbrar qué podía decir sobre mí la economía. Ser feminista, y manejarte en un entorno de feministas, te expone a la maravillosa experiencia de aprender sobre disciplinas y producciones (técnicas, artísticas, artesanales), experiencias e historias de vida que a priori pareciera que no tienen nada que ver con vos. Ser feminista te abre a un espacio de aprendizaje experiencial e intelectual de una riqueza que no estoy segura de que esté presente en otros movimientos políticos, al menos no en tal magnitud. Y más aún, ser feminista te lleva a ver cómo todas esas cosas sí hablan de vos porque antes que el «yo» hay un «nosotres» en perpetua construcción.

Mucho ya fue dicho en otras reseñas sobre el contenido del libro de D’alessandro, los temas que trata y la importancia de los mismos para las mujeres y la sociedad toda [1]. Pero me gustaría centrarme en algo que a mí me resulta de sumo interés y creo de una relevancia tan central como los temas que se tratan en el libro. Yo me dedico a la filosofía, especialmente a la teoría del conocimiento, y aún más especialmente a la teoría del conocimiento desde una perspectiva feminista. Uf. Las mujeres hemos sido sistemáticamente negadas como sujetas productoras de conocimiento (así como también corren la misma “suerte” otras identidades subrepresentadas a lo largo de la historia). El varón hegemónico (cisgénero, heterosexual, propietario, capacitado, blanco y europeo) ha sido elevado al rango de sujeto absoluto y desde allí se ha obrado y pensado. Y peor aún: desde allí se nos ha hecho obrar y pensar a todes les que no somos ese tipo de varón.

Simone de Beauvoir decía en El segundo sexo (1949): “La representación del mundo, así como el mundo, es tarea de los hombres; ellos lo describen desde su punto de vista particular, que confunden con la verdad absoluta.» D’alessandro, aguda lectora de Beauvoir y especialista en epistemología de la economía, dice en el capítulo cuatro del libro: «En el fondo estamos hablando de la necesidad de transformar el modo en que organizamos nuestra vida económica cotidiana, y transformar también cómo la pensamos (en ese sentido, la economía feminista necesita todavía reescribirse en la historia del pensamiento económico para darle vida a su propia revolución conceptual)». La teoría del conocimiento feminista (o epistemología feminista, como les guste más) nos viene a hablar de esta revolución en todo el amplio espectro de la producción del conocimiento.

Las epistemólogas feministas tienden a insistir en un problema específico y muy difícil de sortear: el androcentrismo y el sexismo están presentes tanto en los productos del conocimiento (teorías, por ejemplo) como en su producción (academias científicas, por ejemplo). Esto se vuelve especialmente difícil de manejar cuando advertimos que es un círculo vicioso difícil de romper: los espacios de producción de conocimiento, históricamente dominados por varones hegemónicos, tienden a crear teorías que responden a sus necesidades, intereses, problemas y, claro, prejuicios. Esas teorías, históricamente, han hecho enormes esfuerzos por sostener a la mujer en el lugar de objeto de conocimiento y no en el de sujeto productor de conocimiento. Con lo cual, estas teorías legitiman que el acceso y permanencia de las mujeres en los espacios de producción del conocimiento sea complejo cuando no imposible. La ausencia de mujeres en esos espacios de producción impide que nuestras necesidades, intereses y problemas estén representados. Romper este círculo implica un cambio revolucionario en la forma de producir conocimiento.

Si bien hoy en día, en algunos lugares del mundo, las mujeres estamos mejor posicionadas con respecto a la producción de conocimiento, todavía seguimos en una lucha constante para que nuestras voces sean escuchadas, nuestras ideas legitimadas y adoptadas [2]. Una producción de conocimiento que sólo toma a una parte minoritaria de la sociedad (porque no todos los hombres son ese tipo de hombre hegemónico) da como resultado un producto parcial y sesgado que se quiere hacer pasar por universal y objetivo. Esta triquiñuela es la que las feministas que trabajan en teoría no están dispuestas a aceptar más. En la presentación del libro en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, D’alessandro expresó este problema de un modo gráfico, el cual no puedo transcribir literalmente pero sí parafrasear desde mi recuerdo: “no es que a mí me guste hablar sólo de cuestiones feministas, yo quiero discutir pobreza, inflación, trabajo, pero no puedo evitar, al hacerlo, mostrar que hay algo sobre lo cual los economistas no hablan y es que todo eso está sexualizado.” Como buena epistemóloga, D’alessandro busca los métodos más eficaces para una producción de conocimiento lo más correcta posible. Como feminista, D’alessandro busca mostrar que el sesgo androcéntrico y sexista no permite que los problemas, preocupaciones y necesidades de las mujeres estén representadas en las teorías y modelos económicos, lo cual lleva a una difícil puesta en foco de los mismos para atenderlos y solucionarlos, a la vez que muestra la parcialidad de la teoría.

Una de las cuestiones que me quedaron grabadas de la presentación del libro fue cuando tanto D’alessandro como sus presentadoras, las eminencias Diana Maffía y Corina Rodríguez, discutieron sobre la estrecha relación entre el socialismo y el feminismo. Mercedes D’alessandro hizo la siguiente reflexión (otra vez, no puedo decir que es literal, pero sí mi recuerdo): “No logro vislumbrar el cambio revolucionario que se daría en la sociedad si lográramos terminar con la desigualdad de género”. Volviendo a la cita de Beauvoir, en donde insiste sobre el hecho de que los hombres crearon el mundo (la acción) y su representación (la teoría) desde su perspectiva y la universalizaron, coincido en que es muy difícil avistar el horizonte de un posible cambio histórico y conceptual que se daría lugar ante el fin de la opresión sexista y la hegemonía androcéntrica de la teoría. Pero allí reside la esperanza feminista y el libro de D’alessandro  viene a dar su enorme aporte: tanto al mundo como a su representación.

Notas:

[1] Por poner algunos ejemplos: Radiografía de la desigualdad, Economía feminista: las raíces de un mundo desigual, La economía feminista llegó para quedarse, Economía feminista: ¿moda o necesidad?

[2] El libro de D’alessandro trabaja este tema en el capítulo VII del libro titulado «Alicia en el país de las maravillas. Las mujeres y la ciencia».